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Bienvenidos a este primer módulo. Hoy vamos a sentar la base de toda nuestra fe. Si no entendemos bien esta lección, no podremos apreciar el verdadero valor de la solución que Cristo nos ofrece.

Vamos a adentrarnos en Génesis 1 al 3 para comprender el problema original: la caída del ser humano y la naturaleza del pecado. Pónganle mucha atención a esto, porque no se trata solo de reglas rotas, sino de una relación fundamentalmente rota.

Lección 1.1: El Mandato y la Caída (Génesis 1-3)

1. El Diseño Original: Creados para la Comunión Perfecta

Imaginemos que fuimos diseñados como un dispositivo de altísima gama, una obra maestra. Fuimos creados con dos características únicas:

  • Imagen de Dios (Imago Dei): Esto no significa que nos parezcamos físicamente a Dios, sino que fuimos dotados de cualidades internas que lo reflejan: razón, moralidad, capacidad de amar, de elegir y de entablar una relación. Éramos un espejo perfecto de Su carácter.

  • Comunión y Propósito: Dios nos colocó en el Jardín del Edén para tener comunión con nosotros (nos dice que Él caminaba con Adán y Eva, ¡una cercanía total!) y nos dio un Mandato de Dominio (Génesis 1:28). Nuestro trabajo era administrar y cuidar la creación, glorificando a Dios con cada acto.

En ese momento, la humanidad vivía en un estado de justicia original. No había culpa, ni vergüenza. La obediencia era natural. Nuestra tendencia era hacer el bien.

2. La Prueba de Lealtad: El Mandato de Prohibición

Para que esa comunión fuera genuina y basada en el amor y la lealtad, y no en la simple programación, Dios estableció una prueba simple (Génesis 2:16-17). Era un único límite en un universo de libertad:

"Del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comas, ciertamente morirás."

Piensen en esto: Adán y Eva tenían acceso a todos los demás árboles. Este único mandato no era arbitrario; era un recordatorio constante de que Dios era la fuente de todo bien y la autoridad suprema. Obedecer era afirmar: "Mi vida y mi sabiduría dependen de Ti, Señor".

3. La Caída: La Rebelión de la Autoridad Propia

Aquí es donde entra el Adversario, Satanás, en forma de serpiente. Él no atacó directamente a Dios, sino a Su palabra y Su carácter:

  1. La Duda: La serpiente sembró la semilla de la duda: "¿Conque Dios os ha dicho...?" (Génesis 3:1). Él insinuó que Dios estaba reteniendo algo bueno, poniendo en tela de juicio la bondad de Dios.

  2. La Decisión Fatal: Adán y Eva eligieron su propio criterio por encima de la Palabra de Dios. Al comer del fruto, no solo rompieron una regla, sino que declararon: "Yo quiero ser mi propio dios". Querían el "conocimiento del bien y del mal" basado en su propia experiencia, no en la revelación de Dios. Esto fue la rebelión de la autoridad.

La analogía de la Constitución: Pensemos en la palabra de Dios como la Constitución de la vida. El acto de comer el fruto fue el primer y más grave acto de alta traición. Rompieron el pacto fundamental de lealtad con su Creador.

4. La Consecuencia: El Pecado como Condición de Separación

Aquí llegamos al punto más crucial de la lección, porque nos afecta a todos los que estamos hoy en esta aula: el pecado no es solo lo que hacemos, sino lo que somos.

La desobediencia de Adán tuvo dos consecuencias devastadoras:

  • Muerte Espiritual (Separación): El mismo instante en que desobedecieron, su relación con Dios se rompió. La primera evidencia fue que se escondieron (Génesis 3:8). La vergüenza y la culpa entraron en la experiencia humana. La muerte, en su sentido más profundo, es la separación de la Fuente de Vida.

  • La Naturaleza Caída (Pecado Original): El acto de Adán introdujo una falla estructural en la esencia humana, fue como un virus que infecto la raiz misma, como un tumor maligno que extendio su metastasi. De aquí en adelante, la humanidad entera heredó una inclinación al mal, una tendencia natural a la rebelión. La Biblia lo llama El Pecado (en singular).

La analogía del código genético dañado: Pensemos en el Pecado como un código genético dañado en el ser humano. Adán, al cometer ese acto de rebelión, alteró el código de la "fábrica" humana. No es que los hijos de Adán eligen hacer el mal, es que la tendencia y la inclinación al egoísmo ya están "programadas" en nosotros desde el nacimiento. Por lo tanto, no pecamos solo porque nos dé la gana; somos pecadores, y por eso pecamos (Romanos 5:12).

Conclusión: Estamos separados de Dios por naturaleza. No pecamos porque nos obliguen; pecamos porque somos pecadores (Romanos 5:12). Esta condición de rebeldía y separación es el problema universal que solo la obra de Cristo puede solucionar. Si comprendemos la profundidad de esta oscuridad, la luz del Evangelio brillará mucho más fuerte.

¡Excelente! Si la lección anterior nos dejó claros que el problema del pecado es una condición de separación, ahora nos toca ver la solución increíble que Dios proveyó. Esto es el corazón del Evangelio.


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Cuestionario DMI
Leccion 1.1

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